jueves, 27 de febrero de 2014

Las políticas de Torrente o cómo denigrar a los actores con una sonrisa de oreja a oreja


¿A alguien le parece normal que el señor Segura (a quien puedo presumir, por decirlo de alguna manera, de conocer hace años) contrate a personas que no tienen ni puta idea de actuar cuando el setenta y cinco por ciento de los actores profesionales de este país está en paro y malvive? ¿Nadie le ha dicho a este señor que los actores buenos de verdad pueden interpretar cualquier papel? Me explico: cuando necesitas un perfil de subnormal en una peli no hace falta contratar a un retardado mental para conseguir realismo; basta con hacer un casting, buscar debajo de las piedras, si hace falta, para dar con un actor que personifique lo que uno quiere exactamente. ¿Jesulín de Ubrique? ¿Paquirrín? ¿Belén Esteban, a quien el cachondo (ya no puede definirse con otras palabras) de Santiago comparó nada menos que con Bárbara Stanwyck? Por favor... manda cojones... Uno ya no sabe qué pensar, porque la única verdad clara es que el éxito de Torrente es Torrente en sí, y no la pandilla de anormales que arrastra desde la segunda parte de la celebérrima serie. Hemos pasado de tener cameos de Javier Bardem a ver a toda la chusma del corazón revoloteando en torno al seboso policía.

Si hay algo que detesto profundamente es la prensa rosa, comida para cerdos, como dijo en su día Fernando Guillén. Pienso que el arte es una cosa muy seria y respetable, que si algo diferencia a un artista (actor, pintor, cantante o funámbulo, lo mismo da) de la gentuza de la televisión (naturalmente no me refiero a series de calidad o periodismo de alto nivel) es que no necesitamos ir por la vida pregonando miserias ajenas ni tener cadáveres en el armario para comer decentemente. Por eso, cuando alguien con el poder de Santiago Segura, que gracias a su invento cinematográfico pasó de vivir en un pisucho de mala muerte a comprar una manzana entera en una buena zona de Madrid, contrata a colaboradores del infame Sálvame en vez de actores que han estudiado, trabajado y soñado con ganarse el pan a base de trabajo y esperanza, no puedo sentir otra cosa que náuseas. Porque es una declaración de intenciones. Un artista no puede despreciar así a sus compañeros, por muchos complejos que apolillen su cerebro. Tengo un compañero, un borracho maravilloso que se ha pasado la vida recorriendo estudios de doblaje prestando su voz a actores de la talla de Harvey Keitel, que siempre sonríe al recordar cómo el señor Segura mendigaba currelos en el estudio de otro buen amigo que desgraciadamente murió hace un par de años y que de vez en cuando le ofrecía cosillas por pena. Como hemos hecho todos, Segura también tuvo que hacer muchas mierdas (como por ejemplo doblar porno) antes de llegar a algo y realizarse como artista. Por eso me cuesta entender las razones que lo empujan a despreciar tanto a los actores que podría descubrir y lanzar. Eso es la felicidad auténtica: ayudar a los demás, sobre todo cuando pertenecen a tu sector y puedes hacerles la vida un poquito menos complicada.

Luc Besson, que es un referente mundial (ha producido películas muy malas, pero también ha dirigido films que pasarán a la historia), tiene varias fundaciones y está implicadísimo con la gente de los suburbios franceses, en los que ha salvado a muchos de acabar en la cárcel o bajo tierra. Él defiende que lo más normal del mundo es ayudar a tus semejantes, curioso teniendo en cuenta su pasión por la violencia dentro del cine. No basta con sonreír, como hace Segura, y quejarse todo el santo día porque no te dan Goyas u Oscars. Es fácil localizar el resentimiento en sus gracias e indirectas y personalmente me cuesta entender que un triunfador como él pueda sentirse así y profesar inquina a los demás, porque está claro que algo le pasa cuando, en vez de hacer un casting multitudinario y encontrar a un de Niro con el que sumar calidad a su película, llama al tarado de moda en los vomitivos debates de Sálvame o cualquier magazine mierder. Comprendo que después de alcanzar el estrellato uno está tan exhausto que pasa de todo, porque, como he dicho antes, esta profesión es la peor carrera de obstáculos que uno pueda imaginar, pero nunca está de más echar una mano o, como mínimo, evitar joder, que es lo que, a mi buen ver, hace este señor con la profesión.

Creo con toda franqueza que el personaje de Torrente es una creación muy buena. Sé que mucha gente no estará de acuerdo conmigo, pero un actor es un individuo que se metamorfosea, y eso es exactamente lo que hace Segura cuando se mete en la piel del famoso policía (en realidad Torrente no pertenece al cuerpo, pero bueno...): transformarse en un tipo que no tiene nada que ver con él ni siquiera en la forma de hablar. No es moco de pavo, le pese a quien le pese. Y por eso duele aun más ver cómo pasa olímpicamente de todos esos chicos que podrían interpretar a un subnormal mil veces mejor que cualquier Jesulín de turno, aunque éste no tenga que esforzarse para dar el pego, igual que la pelota humana de Paquirrín (por cierto, ¿habéis oído que el consejo de administración de la fábrica de orcos de Mordor quiere agradecer a la familia Pantoja que mantenga a flote la empresa con sus encargos y convertir al retoño de la tonadillera en la nueva imagen del negocio?)... pues eso, Paquirrín, que vive de puta madre y se ríe del mundo mientras todo se va a la mierda. La vida es injusta, sí, pero de vez en cuando alguien realiza sus sueños y la Tierra sigue girando. Por eso, cuando uno lo consigue, tiene que pensar en los que vienen detrás, para que no sufran tanto ni se quemen. Esta profesión es una puta mierda y todos acabamos hasta los huevos (hay excepciones, evidentemente, de gente que llega, con talento o sin él, y besa el santo, aunque de esos afortunados no es necesario hablar ahora). Uno mira hacia atrás y lo que ve es una caterva de energúmenos legañosos luchando para parecerse a sus ídolos, gente despreciada en su tiempo y más tarde admirada, grandes hombres como Balzac, Courbet o el mismísimo Mozart, todos salvajemente geniales, borrachos, viciosos... ¿A quién no le gustaría descubrir al nuevo Marlon Brando o, sin ir más lejos, Javier Bardem? A mí, desde luego, me haría muy feliz.

2 comentarios:

  1. Totalmente en desacuerdo, desde la primera hasta la última frase. Incluso le diría que lo bueno de Torrente sería en las primeras el guión. El personaje es una burla que todos podemos hacer.

    Suena a que tiene envidia. Un saludo.

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  2. El guión de la primera parte tenía mucha gracia, estoy de acuerdo... y si me apuran un poquito diré que el de la tercera no estaba mal (como dato curioso recuerdo que Santiago, en un festival muy importante de este país, mientras cenábamos y charlábamos acerca de ese mismo guión, el de Torrente 3, me dijo que si viviera en América sería considerado como un nuevo Chaplin... dicho esto creo que sobran comentarios...), pero no creo que Torrente, ni una sola de ellas, represente lo que es buen cine en lo que a calidad técnica y dirección se refiere. El personaje es fantástico, eso ya lo he dejado bastante claro, y por eso mismo tampoco estoy de acuerdo cuando escribes que el personaje es una burla que todos podemos hacer (difícilmente puede crearse un personaje así; además, no entiendo muy bien el sentido de la frase, pero... bueno, imagino que te refieres al parecido del policía con el español medio, el arquetípico), aunque sigo manteniendo mi postura al decir que, al menos en las últimas entregas de la saga, Santiago Segura se está pasando con la gente del mundo del corazón, que es basura (su participación en una película seria es una auténtica ofensa a la profesión y todo lo que esta conlleva). En este país hay grandes intérpretes, unos conocidos y otros por descubrir, y es muy triste echar mano de chusma que vive del cachondeo en un país que se hunde lentamente.

    ¿Envidia? Nada más lejos de la realidad. Como mucho (y lo digo en plan condescendiente) envidia sana, ya que es importante que la gente vaya a ver cine español, sea el que sea (por mí como si se reestrenasen todas las obras generacionales de Mariano Ozores); que las salas en las que se proyecta Torrente estén a reventar de espectadores ansiosos por disfrutar de vómitos y pedorretas es bueno para todos, de verdad... Aun así pienso que las palabras pueden malinterpretarse, y en este caso debe ser así, porque le deseo al señor Segura una vida próspera y llena de éxitos como los que tiene y goza. Yo, simplemente, he hecho una serie de apreciaciones. Eso sí, sólo son opiniones, y por tanto puedo estar equivocado de lado a lado. Lo que sí tengo claro es que hay muchísima gente que piensa como yo, sobre todo en mi profesión.

    Como última cosa diré que podría profesarle envidia al señor Segura si no viviese de mi profesión o no hubiese alcanzado mis metas. Soy un hombre afortunado que difícilmente soñará alguna vez con llegar al cenit de su carrera con un film como Torrente. Ya lo dijo Mikel Erentxun hace muchos años: un país que tiene Torrente como la película más taquillera de su historia, es un país de mierda. La declaración es extremista, lo admito, porque, todo sea dicho, Duncan Dhu nunca ha sido santo de mi devoción, pero es lo que dijo y, al cabo, lo que hay. Y no creo que en su caso tampoco fuera por envidia.

    Un saludo

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